Hablando del uso inmoderado de los aparatos tecnológicos, encontramos diferentes afectaciones directas o indirectas para los usuarios, sean niños, jóvenes o adultos, que van desde problemas en la salud física hasta problemas de salud mental.
No debemos satanizar a la tecnología puesto que ella nos brinda comodidad y facilita la vida.
El problema no es la tecnología en sí misma, sino en el uso irresponsable hacia la misma.
Cuando se tienen carencias emocionales, de vinculación con los padres, heridas de abandono, autoestima baja, codependencias, etc., resulta la tecnología un distractor, un llenador de expectativas, con respuesta inmediata; es mucho mayor la tendencia a crear una dependencia y hasta una adicción. Ya que estos aparatos con sus respectivos programas generan placer y el cerebro descarga hormonas y neurotransmisores que compensan momentáneamente los sentimientos de tristeza, soledad, rechazo, creando así un vínculo muy fuerte con la tecnología.
Es bien sabido también que el abuso del uso de los aparatos electrónicos conllevan a alteraciones del sueño, ansiedad, vista, oídos, es decir el cerebro se confunde y no distingue la realidad de lo ficticio, permaneciendo en Estados de estrés constantemente.